En “El Gran Viaje al País Pequeño” podemos identificar los procesos de intercambio, tanto por el bien del éxito. Sanaa es una siria joven, con veinte años, en su tercer día. Debido a la Guerra Civil que se desarrolla desde los últimos años, su esposo acepta que su familia es parte del grupo contemplado por la ayuda humanitaria que lleva a cabo José “Pepe” Mujica, entonces presidente de Uruguay. Alrededor de 150 sirianos cruzarán el mundo con la promesa de construir un nuevo futuro en los países latinoamericanos.
Otro proceso es la concepción de la película de la directora Mariana Viñoles, presentada en el cuarto día del Festival de Gramado 2020. Por accidentes que siempre son bienvenidos a la hora de producir un documental, necesita cambiar la ruta de su enfoque por una vez más. La idea es acompañar a esas personas desde su viaje hasta la adaptación al nuevo país. Sin embargo, ante el incumplimiento de algunas promesas por parte del gobierno uruguayo, Sanna e Ibrahim, su esposo, no quieren dar una entrevista en una de las incursiones del director en la grabación de la película. La salida es llenar este vacío con un discurso de uno de los representantes de los refugiados y presentarnos a un hombre, indignado por lo que está sucediendo en América del Sur.
“El Gran Viaje al País Pequeño” presenta escenas con imágenes potentes. El mayor ejemplo es el desembarco cuando, en el aeropuerto, Pepe Mujica le pregunta a Sanaa si quiere hablar con él y queda clara la mezcla de choque cultural y admiración por la forma natural en que se le permite hablar. No llega tan lejos en los temas de la sociedad uruguaya, pero es claro cuando salimos de esa cúpula siria que -como era de esperar- la aceptación de un grupo de extranjeros, aunque refugiados de una guerra brutal, puede tener el efecto contrario en parte de población, que desarrolla una xenofobia intrascendente. Más aún en un territorio con sus propios graves problemas.
Mujica, a pesar de todas las nobles intenciones y porque insistió en recibir al grupo de sirios que se instalarían en el aeropuerto del aeropuerto, provocó en su actitud la falsa sensación de que Uruguay era una especie de tierra de oportunidades. Más aún porque tiene una población y un territorio mucho menor que los países vecinos (Brasil y Argentina), el destino más buscado por los sirios que huyen de la guerra. La promesa de una propiedad para esas familias y la posibilidad de que tengan sus propios animales, animó a muchos de ellos a elegir Uruguay. Más aún en una cultura que no acepta el consumo de carne de animal sin técnicas específicas de matanza, a las que llaman halal (que, en traducción libre, sería tradicional – respecto a las prácticas del Islam).
Además, las dificultades de radicarse en un país muy lejano y, además de las grandes diferencias en la sociedad, contar con escasos espacios amigables para el ejercicio de las manifestaciones religiosas y culturales de los nuevos residentes, este tema en particular provoca aún más frustración a los sirios. Cuando se produce este cambio de enfoque en el documental, provocado por la inviabilidad de una entrevista, la película acaba volviéndose más completa – e informativa, sin apelar al didactismo. Pero Viñoles parece entender que eso no es suficiente para su trabajo y vuelve a cambiar de rumbo. Con eso “El Gran Viaje al País Pequeño” nos pone dentro de la comunidad. La actitud levemente inquisitorial sale de la cámara y del director y entra una zambullida, una simple división del espacio.
Además, las dificultades de vivir en un país muy lejano y, además de las grandes diferencias en la sociedad, contar con los espacios amigables y escasos para las manifestaciones religiosas y culturales de los nuevos residentes, este tema en particular provoca aún más frustración. los sirios. Cuando se produce este cambio de enfoque en el documental, provocado por la imposibilidad de una entrevista, la película acaba siendo más completa – e informativa, sin apelar al didacticismo. Pero Viñoles parece entender que no bastan para trabajar y cambiar el rumbo. Con “El Gran Viaje al País Pequeño” nos coloca dentro de la comunidad. La actitud ligeramente inquisitorial de la venta de la cámara y el director entra en una zambullida, una simple división del espacio.
Más tarde, volverá con otro testimonio directo, una especie de panorama final. Sin embargo, es en esta parte de la producción donde realmente conocemos a esas personas. Sin una proyección de discurso común a quienes testifican ante la cámara, podemos ver las dificultades para construir ideológicamente un nuevo concepto de hogar. Todo es diferente, incluso el agua que bebemos. Además, la falta de perspectivas de retorno requiere que el pasado se recuerde sólo como recordatorio. Pero lo pasado es toda la forma de vida que se configuró previamente. En medio de esta adaptación de la nueva realidad, hay espacio para reunir a las familias en un asado, no sin antes masacrarlas según los preceptos islámicos, en la secuencia más sensible del largometraje.
En esta búsqueda de respuesta, “El Gran Viaje al País Pequeño” entra en su tramo final con una conversación entre uno de los sirios y un refugiado de Palestina. Allí admiten cómo imaginaban que la Primavera Árabe, ocurrida en 2010, parecía un presagio de una revolución positiva para la región. La misma ilusión que muchos brasileños tenían con las Jornadas de junio de 2013, quizás. Momentos de la historia reciente que aún no podemos explicar. Más que obtener respuestas directas, tantas como nosotros, realmente nos gustaría comprender. Después de todo, sabiendo cómo llegamos aquí.
