“Los Fuertes” es el primer largometraje del joven director chileno Omar Zúñiga. Aún así, tiene más de una década de carrera y siete cortometrajes estrenados. Gran parte de los guiones y sus montajes estaban bajo su responsabilidad. También es fundado por Cinestación, un productor independiente sudamericano. Por tanto, pasa por todos los elementos básicos de una obra cinematográfica con propiedad. Y entrega al espectador en el penúltimo día de proyecciones del Festival de Gramado 2020 lo mejor de las seis películas internacionales presentadas a Kikito.
El largometraje es una versión ampliada de “San Cristóbal”, un corto que Zuñiga presentó en el Festival de Berlín en 2015 y ganó el premio Teddy, por producciones de temática LGBT. Comienza como si estuviéramos en una batalla histórica. Pronto descubrimos que era la representación de la Tomada de Valdivia, importante para la conquista de la independencia de Chile. Independencia y libertad. En un formato de ensueño y contextualizado en el pasado, esta es la intención de Lucas (Samuel González), un joven que visitará a su hermana en la hermosa ciudad de Nielba, antes de trasladarse a Canadá, donde obtuvo una beca.
Zúñiga nos traerá recreaciones de esta batalla en otras ocasiones, ahora en Fort Nielba. El protagonista conocerá a Antonio (Antonio Altamirano), que a veces trabaja en su barco de pesca y otras veces como uno de los soldados. Lo que sería una reconexión con su hermana se convierte en una pasión en la vida de Lucas. Un romance campestre que equilibra las bellas representaciones del territorio con bellas escenas de amor. Por cierto, en una de las secuencias destacadas de “Los Fuertes”, una banalidad -que puede considerarse una molestia- es una advertencia para Lucas en este sentido. Tras muchas escenas llenas de sensualidad, el cineasta nos trae el momento exacto en el que la pasión se convierte en amor. Ocurre cuando Antonio, mientras duerme, comienza a roncar. Y Lucas, completamente involucrado, comprende que ya no es el único responsable de sus acciones.
Amar no debería ser una adicción, pero saber que es amor pasa por este proceso. Cuesta ver la trayectoria de un personaje convencido de lo que quiere, sin poder lograr la liberación como a veces simula su amante en Fort Nielba. Independencia y libertad, incluso para ser dependiente y estar atado a otro. Eso es lo que motiva a Lucas a vivir ese amor, a entregarse sin pensar en ningún tipo de consecuencias. Nada en esta vida supera la seguridad de un amor devuelto. Por eso es fatal escuchar de la misma boca el mismo consejo que tantos ya te han dado: vete. Huir.
Un joven dispuesto a poner los pies en el suelo y ejercitar sus raíces chilenas. No admitas que estás viviendo un romance estacional. Son fuertes, hasta el punto de liberarlos de cualquier vinculación y estandarización. A pesar de decidir a dónde ir para un acto personal, las palabras de los demás tienen su peso. Depende de Antonio permitir que Lucas finalmente sea el comandante de su propia comuna, para tomar su propia Valdivia. Cansado de recrear, finalmente quiso vivir. En “Los Furtes” esperamos que siga intentándolo y que Omar Zúñiga siga haciendo sus novelas poéticas, llenas de amor y sexo, en forma de cine.
