Pastores do Mato
En 1974, gran parte de América Latina estaba bajo gobiernos dictatoriales disfrazados y extremadamente violentos. Desapareciendo y torturando a su gente, algunos de los representantes del régimen o mano larga solo estaban siguiendo órdenes. En este sentido, el paraguayo “Matar a un Muerto”, dirigido por Hugo Giménez, trae la historia de dos hombres que cumplen una función específica en el bosque: enterrar a las nuevas víctimas, los muertos que allí caen diariamente. A mediados de junio de ese año, necesitan compartir su atención en la realización de las diligencias y el emocionante Mundial de 1974, el que se llevó a cabo en Argentina y fue ganado por ella, luego de que Brasil se quedara fuera en la final con Holanda en un partido. Extraña goleada de la selección de la casa de Perú por 6×0.
Las propuestas metafóricas y el desenmarañamiento de las imágenes recuerdan mucho a otro trabajo presentado en el Festival de Gramado de este año, el argentino “El Silencio del Cazador“. Pastor (Éver Enciso), experimentado en el trabajo, se enfrenta a la persecución de un perro salvaje, que deambula por el cañaveral del interior de Paraguay, donde se encuentra su comandante y su compañero, Dionisio (Aníbal Ortiz). Una relación aún en formación, en la que el mayor intenta aplicar el concepto de masculinidad que considera necesario para llevar a cabo las misiones, convocando al otro a fumar. Hasta que uno de los hombres que se supone que deben enterrar esté vivo.
Si lo comparamos con “Aos Pedaços“, largometraje nacional proyectado justo antes de esta producción, identificamos una relación opuesta con respecto a los protagonistas. El Eurico de la película de Ruy Guerra utiliza las perturbaciones de su mente para conducirnos a la narrativa. En “Matar a un Muerto” todos los sonidos y obsesiones son concretos, permitiendo un trabajo basado en la cruda representación y los pocos diálogos, tendencia de todas las películas latinoamericanas en disputa.
En esta idea de cumplir órdenes, a veces nos recuerda la trayectoria narrada por otro pastor, “Pastor Cláudio” (2017), un documental de Beth Formaggini sobre uno de los secuaces más sangrientos de la Dictadura Militar brasileña, que no olvidó exponer sus procedimientos. cuando es llamado a la Comisión de la Verdad. Hay una idea de vacío allí en medio de la maleza, en la que se trivializa el trabajo que se realiza. Incluso la dificultad para conocer el resultado de los juegos contribuye a esta poco importante propuesta de las actitudes tomadas por la pareja.
Como cualquier forma de acción militar, la formación de células incomunicables, sin contacto lateral (solo vertical), es fundamental para el éxito de una empresa. En América Latina no podemos negar que los objetivos se han logrado, a costa de mucho sufrimiento y muerte en la sociedad. Pastor y Dionísio pueden incluso sentirse alienados en ese lugar, pero son piezas fundamentales de ese engranaje. No vemos la misma gracia que tienen cuando se llaman Kempes, el asesino, cuando simulan un partido de fútbol. No hay ironía en un régimen de excepción si cuesta vidas.
Pero “Matar a un Muerto” nos trae una redención tan silenciosa como sus procedimientos. Al permitir que los muertos también vivan y actuar para hacer realidad esta idea, los protagonistas nos dejan con el mensaje de que siempre hay tiempo y formas de poner a los delincuentes en sus lugares adecuados.
